Hace unos 300.000 años, el hombre
entra en el paleolítico medio con su desarrollo biológico consolidado como lo
ve A. Leroi-Gourhan y el visionario y radioestesista navarro Cruz García. Un
hombre nuevo con pleno dominio del fuego despega su gran potencial creativo en nuevas
herramientas, estilos y formas en cuyas piedras va a mostrar los primeros indicios
significativos de puntos, rayas y las primeras matrices simbólicas como la cúpula
o las primeras Venus.
Muestra de esta época parece ser la pequeña figura de Venus en sílex de Berekhat Ram (Israel). En las piedras de los útiles, como un juego para su conciencia infantil, mirará las múltiples, sugerentes y vagas formas de las piedras que talla, como imágenes del mundo de los seres con posibilidades de recrear, atrapar y mimetizar como auténtica necesidad expresiva de significar, mostrar y nombrar su propio mundo. Algún mero retoque puede dar forma y sentido a la imagen representada.
Muestra de esta época parece ser la pequeña figura de Venus en sílex de Berekhat Ram (Israel). En las piedras de los útiles, como un juego para su conciencia infantil, mirará las múltiples, sugerentes y vagas formas de las piedras que talla, como imágenes del mundo de los seres con posibilidades de recrear, atrapar y mimetizar como auténtica necesidad expresiva de significar, mostrar y nombrar su propio mundo. Algún mero retoque puede dar forma y sentido a la imagen representada.
. La nueva percepción del mundo
transciende lo meramente funcional y utilitario aparece el mundo de la ficción,
y el mito que nacen con el lenguaje mitopoético del habla y sobre todo
recreados en el lenguaje del arte
que vemos eclosionar en el cromagnon el
hombre nuevo del paleolítico superior integrado en sociedad con el mundo de los seres en unidad y alianza
sagrada con la naturaleza. Aplicable a este arte de origen, tan elemental,
Cellini dice de la escultura, respecto a sus limitaciones, ser el factor básico
del progreso, en referencia según Arthur C. Danton a los componentes manual y
perceptivo; pero no resta valor a este lenguaje de la escultura el más lento y
difícil según el escultor Jorge Oteiza.
La ecuación molecular de Oteiza añade al binario de los seres
reales e ideales, que hacen al ser abstracto, los seres vitales para formar el ternario del ser estético: la unidad del
ser estético receptivo e integrado que se corresponde con el artista que
culmina en profundidad y altura el paleolítico superior europeo.
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